viernes, 23 de mayo de 2014

La República, un modelo atrapado en el tiempo



Abordar la Republica, en el contexto de la sociedad del siglo xxi, es el desafío, presente de las ciencias sociales, la doctrina y el pensamiento democrático burgués. Superar la herencia epistemológica que da origen a la Republica, al Estado, al gobierno y a la partidocracia, de la era post monarquía, y de los siglos de las luces,  es el imperativo de la intelectualidad contemporánea.

El pensamiento político que tuvo a bien dar origen a la estructurara y arquitectura filosófica, funcional, organización y gerencial juega en contra de una sociedad que ha evolucionado, y que presenta grados de complejidad que rebasan la rigidez de los sistemas jurídicos y administrativos fundacionales, de la Republica, en términos históricos. Aquel estado de cosa quiebra el fuero, la moralidad, y el accionar del ciudadano, actual, cuyo carácter libertario le sugiere una ruptura con el paradigma del pasado, de y un modelo institucional envejecido.

Hay conceptos que han servido siglos de confusiones, por lo que compete a las ciencias sociales, a los expertos y a las teorías administrativas contextualizar. Nos referimos a los términos; Republica, Estado, gobierno, partido y democracia.

La confusión es mayor cuando la teoría administrativa o la teoría política, por separado, han tratado el problema de estudio sin la conexión epistemológica pertinente. No es posible abordar la republica ajena a la semántica y al entramado objeto,  de estudio, la sociedad, el actor protagonista de la misma, el hombre, los recursos naturales y  el territorio, la tecnología y el desarrollo, la norma de conducta social, moral y jurídica, y el propósito insoslayable de la construcción del bien ético, espiritual, político y patrimonial para la consecución de una vida plena objeto del desarrollo holístico del hombre y su hábitat.

La Republica ha sido, vista por los teóricos, como sistema político, y jurídico, entramado al imperio de la ley, a través de la constitución, o desde la óptica evolutiva del Estado de derecho, la soberanía, y la democracia, como un macro sistema político de tipo instrumental.

La sociedad del siglo xxi y sobre todo el estadio del desarrollo requieren de un cambio de paradigma respecto al proyecto de Republica como un todo, sistema, integrado el Estado, el gobierno, un modelo democrático en el marco del proceso de cambio y complejidad experimentado a nivel nacional e internacional por la propia sociedad, la ciencia, la tecnología, el mercado, los objetivos característicos del estadio del desarrollo a partir de la comprensión de  la teoría de la necesidad y la ley de la temporalidad del hombre, en calidad de ejes transversales de su propia existencia.

Por otro lado, desde siglos, el ciudadano ha venido siendo preso de un pensamiento, por demás obsoleto, respecto a la teoría de la soberanía, la libertad, los partidos, el Estado y la democracia.

Veamos.

La Republica es un sistema político centrado en el imperio de la ley,  donde la soberanía pertenece al pueblo, la forma de escoger a los gobernantes descansa en las mayorías, y la teoría de la división del trabajo sirve de soporte a la triangulación de las funciones poderes del Estado. Pues, nada más incierto, banal, barato, caro y costoso para el ciudadano común.
La ley es lo que menos impera, en tanto es secuestrada, vía mecanismos de control a partir del modelo o modo de escogencia de los jueces y la creación de las instancias judiciales, donde el Estado de partido impone, a través de los legisladores, su visión, su versión. Impone por demás los funcionarios a los que, en medio de la presunción de Juez, liberto,  en algunos casos,  las sentencias les son redactadas fuera del sistema judicial.

En un segundo termino no hay nada más incierto, y ajeno al ciudadano que el carácter, supuesto teórico, de la soberanía popular, pues esta descansa en un formato entreguista donde el debido proceso ciudadano, versión del debido proceso penal, no existe.

 Y es que una vez el ciudadano vota ha perdido, botado, su patrimonio democrático. En el modelo vigente el funcionario electo tiene patente de corso, e  impunidad otorgada. El marco jurídico lo protege y lo ampara el estado de cosas y modelo. En los casos de incompetencia, funcional, o de una gestión ineficiente  el sistema no repara al elector, ciudadano, el costo de su mala elección, a la vez que carece de sanción o de forma de ejecutar  cuando el prestatario de la soberanía ha infringido daños y perjuicios a la sociedad.

El modelo de Republica carece de sistema sancionador revocatorio de mandato en términos ético, moral, social, político y programático. De igual manera no ha previsto el legislador un sistema de sanción, en tanto no dispone de normas y políticas destinadas a cualificar y/o cuantificar la gestión, rentabilidad, de los funcionarios, los sistemas administrativos  y los organismos respecto a la capacidad y competencia para contribuir e inducir las entidades entramadas a las cadenas de valor del territorio a generar riquezas, divisas, ingresos y empleos productivos.

El modelo de Republica requiere evolucionar e ir mas allá del debido proceso del ley e  incorporar, entre otros, la figura del debido proceso ciudadano en términos políticos, en calidad de actor y rector del principio y el sistema de soberanía popular, ciudadana. El primero, debido proceso de  ley es un procedimiento de tipo instrumental garantista referido solo a los derechos, humanos, ordinarios, insuficiente por demás. Se hace impostergable, para dar rentabilidad al ciudadano, y ganancia de causa, erigir a la vez que dar rango jurídico al debido proceso ciudadano.

No hay nada más caro e ineficiente, en el estado de cosas de la Republica, que los principios del  imperio de la Ley, la libertad, y la soberanía popular. Estos no otorgan calidad, rentabilidad, ni efectividad al modelo. En el sistema político de la Republica y en el conjunto de las macros entidades que lo integran, el Estado y sus funciones poderes, el gobierno, y los partidos. Los perjuicios y daños son irreparables, y eternos. Desde esta perspectiva urge una ruptura del sistema y sus elementos constitutivos, a la vez que cambiar el paradigma.


Continuaremos..



Miguel Angel Severino 

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