lunes, 19 de mayo de 2014

Haití: vecino no globalizado…




La sociedad del siglo xxi asiste al desarrollo de la versión del modelo democrático, si vale el termino, de la política de buena vecindad en la propuesta de la globalización, la cual ha está consumiendo horas y tintas en una teoría, que a nuestro juicio, carece de valor agregado y de rentabilidad social, ética y moral valederas. Nos gastamos, como sociedad democrática, una inversión cuantiosa a favor de los valores y de la doctrina globalizante, la cual incorpora la teoría de la buena vecindad, la cooperación internacional, la promoción de la inversión extranjera, los mercados allende a las fronteras nacionales entre otras políticas de acercamiento y convivencia democrática entre las naciones del mundo.

En ese contexto el país procura posicionarse en los distintos bloques regionales de cooperación en términos políticos y comerciales. Todo es bueno si podemos recibir y estrechar los vínculos con el mercado norteamericano, europeo, japonés, chino, y Sur América entre otros, pero si nos solicitan cooperar, participar y poner en práctica estos valores, políticas  y principios con el vecino país de Hati….es la peor afronta y de una vez determinados politiqueros y patrioteros de cartón arremeten en contra de hombres de la estatura del señor J. Carter por sugerirnos una cuota de participación en la globalización dominicana con nuestro vecino más cercano.

Es una lástima que los rusos y anglosajones dominicanos tengamos, a flor de piel, una política ancestral en contra de nuestro vecinos hermanos, los haitianos, quizás porque son negros, feos, o pobres.

Quienes se expresan de esa manera desconocen que tenemos, los dominicanos, muchos connacionales pasando la de Caín en playas extranjeras, y que cada vez que nos azota un huracán somos los primeros en salir a pedir ayuda internacional, y en cambio con los pobres haitianos no queremos practicar lo que mendigamos allende a nuestras fronteras. Esto es jugar a una doble moral. Somos globalizados cuando se trata de solicitar facilidades para nuestros productos y ciudadanos en los países desarrollados, pero cuando se trata de nosotros socorrer a los haitianos lo vemos como una maldición, como un pecado. 

Hay de Haití y de su pueblo digno de mejor suerte y de tener mejores vecinos. Los dominicanos nos olvidamos que hoy medio pueblo se iría a los Estados Unidos si estos dejan de lado las restricciones de visado para entrar a su territorio.

Negarle a los atinaos nuestra mano solidaria es tratar de hacer leña del árbol caído, a la vez  que nos olvidamos que nos arrastramos, por decirlo de esa manera, en otros países donde hacemos labores y trabajos que rechazamos en nuestro país y que mendigamos en el exterior.

En la medida en que Haití tarde más en hacer la travesía para salir de la extrema pobreza mas tarda en avanzar la sociedad dominicana en su conjunto. El estadio del desarrollo y del bienestar colectivo se nos torna más lejos en la medida en que los haitianos se quedan rezagados en la peor de la pobreza.

La globalización no podrá ser excluyendo a los haitianos, nuestros vecinos más cercanos.

Si bien es cierto que en modo alguno no propugnamos  por la unificación de la nación haitiana y la dominicana,  no es menos cierto que en épocas remotas hemos tenido lideres que han fraguado y trabajado por nuestra anexión a otras naciones, y es posible que los antihaitianos de hoy a lo mejor son partidarios de anexarnos a los proyectos anexionistas del pasado.

El pueblo haitiano es digno de mejor suerte, al igual que los dominicanos, pero que bueno sería que su potencial desarrollo se logre de manos de la nuestra. En fin podríamos decir que para algo habríamos servidos los dominicanos en adición a tener congresistas que se hacen fraudes ellos mismos.

Haití es parte de nuestra vecindad y parte también de la globalización.

Miguel Ángel Severino Rodríguez

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