Es una vergüenza que el Estado, gobierno, sea
analfabeta en materia de política fiscal (tributaria y presupuestaria) en pleno
siglo xxi.
Durante las dos últimas décadas el
Estado ha sido incapaz de formular y/o ejecutar un presupuesto público tasa
cero (0) en materia de fiscal, puesto que ha tenido que recurrir a los pasivos
financieros, recursos externos e internos, (títulos y valores, y prestamos)
para superar el déficit de los ingresos respecto al perfil de gasto. (Ver
presupuestos públicos desde el 1989 hasta el 2011).
A lo anterior hay que establecer que el
Estado, durante igual periodo, ha dejado de recibir más de mil millones de pesos por
conceptos de erosión tributaria, como consecuencia directa de una de las peores
administraciones tributarias en toda la América latina.
El proceso de crecimiento y complejidad
experimentado, a nivel nacional e internacional, por el sector público, el
sector privado, las ciencias administrativas, el mercado, la tecnología y los
propios objetivos que procura, hoy día, el Estado moderno no han sido
suficientes como para modelar un sistema tributario ágil, eficiente, eficaz, y
costosiano, a la vez que sea factor estratégico en la ruta hacia el estadio del
desarrollo..
En cada ejercicio fiscal, los
responsables de perfilar y formular la política presupuestaria de los gobiernos
de turnos no han hecho más que remendar y/o poner parches rotos en materia
tributaria, pues desconoce, la administración tributaria dominicana, los hechos
que graba el sistema tributario nacional, toda vez que carece el Estado de un
sistema de cuentas nacionales y estadísticas a nivel patrimonial y financiero
que le permita cualificar y cuantificar los hechos imponibles..
Tal parece que en materia fiscal en el
país se cumple la Ley de Murfy, “si algo puede salir mal, saldrá
mal”.
La ley Fingale, “algo que pueda ir mal, ira mal
en el peor momento posible”, parece un determinismo histórico de la
política presupuestaria dominicana a juzgar por la presente reforma tributaria
que cursa postgrado en el Congreso nacional.
De
igual manera pudiera estar marcada la gestión tributaria dominicana, en
términos históricos, por el principio de Hanlon, adagio que
reza que “nunca le atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la
estupidez”.
Tal parece que es una constante en los
Estados, “modernos”, ascender, a los puestos de mayor nivel, a aquellos que
están en capacidad de hacer los peores daños administrativos.
No es posible que en el siglo xxi el
Estado moderno, que cuenta con modernas técnicas de investigación, no haga uso
de ellas para estudiar los costos operativos del mercado para generar riquezas,
divisas, capitales, rentas y empleos productivos antes de perfilar las
políticas públicas en materia de finanzas publicas y de manera especial en lo
relativo a política fiscal, tributaria y presupuestaria.
Es toda una vergüenza que el Estado
dominicano siga como el cantor, Julio Iglesias, tropezando con la misma piedra.
La teoría costosiana de mercado y finanzas
publicas tiene la respuesta la pregunta del millón como (¿?) incrementar los ingresos
públicos sin la necesidad de crear nuevos tributos y sin aumentar las tasas de
los ya existentes.
..el Estado, moderno, es analfabeta en
materia fiscal, lo que constituye una vergüenza en pleno siglo xxi.
miguel ángel severino
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