viernes, 18 de julio de 2014

Soberanía ciudadana


La soberanía es la voluntad (el derecho) inherente al ciudadano para erigir y elegir el sistema político (la Republica), el modelo de Estado y a sus gobernantes, votar  la  constitución,  las leyes, y garantizar la salvaguarda de su territorio, a la vez que procurar la sana convivencia social, política, y patrimonial en una sociedad dada. La soberanía nacional y la soberanía popular derivan, de manera directa, del concepto y la teoría de la soberanía y el poder ciudadano a la que se deben ambas.

De igual manera la soberanía ciudadana es la que crea y erige el derecho, la norma, y, sobre todo, el poder político.  Desde esta perspectiva constituye el poder primario (absoluto, perpetuo, continuo) sistémico e institucional en el cual se sustenta, recrea y reproduce a la soberanía popular, y la soberanía nacional, y a la propia República. Visto así la República es un acto de poder, soberano, ciudadano, en quien descansa el poder político absoluto y perpetuo.

Históricamente no es ni ha sido de esta manera singular en que los tratadistas, teóricos, filósofos y doctrinarios han visto y definido a la soberanía desde la perspectiva ciudadana. Pues, la doctrina había dejado fuera al ciudadano del principio de la soberanía quedando centrada, ésta, en lo nacional y el pueblo.

El pueblo, la nación, el Estado y la República heredan son depositario del poder y la soberanía ciudadana. Visto así el pueblo, la nación, el gobierno, el Estado y la República son súbditos del ciudadano de quien reciben el mandato de actuar en y a su  nombre en el contexto de la doctrina y la teoría de la soberanía y el poder ciudadano presente.

En el contexto del principio y el Poder ciudadano el soberano lo es el propio ciudadano y no la colectividad, nación, el Estado, el gobierno o el pueblo. Este nuevo enfoque nos coloca de cara al presupuesto teórico que da origen a la República ciudadana, al Estado ciudadano, al gobierno ciudadano y al pueblo ciudadano, y, sobre todo, al Poder ciudadano, y a las políticas públicas ciudadanas.

Es el ciudadano, soberano, es quien que otorga y da origen en tanto crea y erige el poder, y, en este caso, no un poder enajenado, como en Jean-Jacques Rousseau, sino un poder designatario y, sobre todo, sin pretensiones  delegatarias. La voluntad, del ciudadano, evoluciona hacia el estadio, Ser,  de la autoridad en virtud de que la crea, la encarna y la ejerce de manera soberana. Esta visión, voluntad, del poder, ciudadana coloca al ciudadano y a la propia ciudadanía  no solo en el centro, sino más bien lo convierte en la función matriz, el órgano, la facultad y la función estado del estadio primario del poder del Estado, al configurar la voluntad enhiesta que designa a los actores, el funcionariado burocrático, cada uno de los órganos rectores de la vida institucional de la Republica, el Estado y del propio gobierno.

Desde este umbral epistemológico las elecciones nacionales, provinciales y municipales pasan a constituirse en asambleas del Poder ciudadano donde, a través del Voto, son designados, de manera directa, el  funcionariado responsable de la conducción de la cosa pública conforme lo consagra la propia estructura, funciones, órganos, poderes del Estado a designar mediante el voto, Poder, ciudadano.

La soberanía radica en el ciudadano, y no en la nación ni en el pueblo conforme lo predicaron, ayer, Jean-Jacques Rousseau y Emmanuel-Joseph Sieyès, entre otros. Este salto dialectico permite ir de lo general, de lo abstracto, a lo particular, pues en la soberanía nacional y popular todo queda en manos de todos y nadie asume ni el todo ni las partes. Los abusos de poder, del olvido, de la indiferencia y de la dejadez en nombre del Estado, en el contexto de la soberanía nacional y popular, han colocado a la pobreza, a la miseria, como bandera y escudo de una sociedad digna de mejor suerte.

La soberanía es la facultad, voluntad, y el derecho del ciudadano a poseer, ejercer y retener el poder, la voluntad y la toma decisional en la construcción del estadio del desarrollo territorial abierto, participativo e incluyente.

En modo alguno el concepto de soberanía, ciudadana, obvia enajenar el poder, ciudadano, ya sea a través del entramado burocrático del modelo democrático, político electoral, regresivo y reduccionista, o bien sea por voluntad propia. La doctrina severiana supera la perspectiva nacional y popular de la soberanía de los pensadores de la ilustración, y justo en el marco de la democracia triangulada adquiere, ella, la dimensión ciudadana ausente en el devenir histórico del sistema de la Republica, en el Estado, el gobierno y el modelo partidario democrático que erige de manera holística. Territorio, ciudadano, poder, soberanía, republica, Estado, nación, pueblo, democracia, partido, familia, empresa, desarrollo territorial, riqueza, ingresos, divisas y empleos productivos constituyen, entre otros, los ejes primarios y transversales del estadio institucional del desarrollo que reclama la sociedad del siglo xxi y el porvenir, y que documenta y sustenta la democracia triangulada.

Si bien es cierto que la soberanía popular fue acuñada frente a la tesis de la soberanía nacional, no es menos cierto que la soberanía ciudadana se erige, a partir de la voluntad y la autoridad ciudadana, como respuesta al desgaste y a la regresividad institucional experimentada por la soberanía nacional y la soberanía popular en el devenir histórico, y sobre todo por carecer de valor agregado en el contexto del estadio de desarrollo ciudadano.  Para la democracia triangulada el soberano no es el pueblo ni la nación, lo es el ciudadano rector y eje transversal del sistema de la República, el Estado, el gobierno, la democracia y el modelo político partidario.

Conforme a la tesis triangulada de la soberanía ciudadana esta se yergue en tanto implica que la residencia legal, real y efectiva del poder, la voluntad, y la soberanía del entramado social e institucional radica a la vez que se ejercen en y por el ciudadano, de manera única y exclusiva, por lo que no es dable enajenar, ni renunciar, vía el voto, a aquellos valores y premisas que lo erigen poder, voluntad y soberano, ciudadano.  

Desde esta perspectiva el poder ciudadano es delegatario del sufragio, y viceversa, a la vez que lo encarna derecho, básico, y condición, sine qua non, ciudadana, identitaria e igualitaria.

Ayer, no pudo la teoría rusoniana de la soberanía popular o nacional lograr la libertad ciudadana respecto de la monarquía. Sin embargo este presupuesto libertario (teórico, doctrinario e ideológico) es un objetivo posible a la vez que lo encarna la teoría de la soberanía ciudadana en el marco del Poder ciudadano eje rector y central del modelo de República y del Estado del siglo xxi que aporta la democracia triangulada.

Y es que a la luz de la ilustración un pueblo es una unidad histórica entramada a costumbres y hábitos que dan carácter y vida a toda una sociedad donde los ciudadanos concursan para erigir el Estado se hace necesario subrayar que el pueblo es un ente abstracto carente de voz y voto, en términos individual, y por lo tanto es el Ciudadano actor, rector y eje central del Poder revestido para erigir a la República, el Estado, y escoger el Gobierno y sus integrantes.

Esta elección, a partir de la democracia triangulada, no enajena ni delega el poder ciudadano soberano y supremo.


Miguel Angel Severino 

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