lunes, 15 de diciembre de 2014

Ciudadanía


El origen, desarrollo y evolución de la ciudadanía nos parece difuso, disperso y tardío. Sin embargo, su referente más lejano y concreto lo situamos en la época de Clístenes, a finales del siglo VI AC, en la antigua Atenas.

Al igual que todo fenómeno social la ciudadanía deviene de la crisis entre la aristocracia y la timocracia (noción de lo que hoy es la burguesía).

La noción primigenia de ciudadanía, de Clístenes, nos llega desde una perspectiva electoral, tal como en la actualidad. Para aquellos días el conflicto por el poder entre la tiranía, la oligarquía, la aristocracia y la timocracia devino en la construcción de determinados derechos en favor de los ciudadanos.

El  principio de la  isonomía o igualdad ante la ley es el  principal aporte de Clístenes a la democracia ciudadana. El ciudadano desde esta perspectiva adquiere derechos, estatus y deberes, en tanto consagra participación y una vida activa en la esfera del Poder en Atenas.

Con Clístenes surge en tanto adquiere rango institucional la relación y los vínculos entre la democracia y la ciudadanía. Naturalmente nos referimos a una ciudadanía restringida, y excluyente en términos de género, pero ciudadanía al fin y militante, y representativa a nivel territorial.

La evolución de la ciudadanía nos ha llegado tarde, en tanto ha sido tardía e imprecisa y distorsionante.

Luego de Clístenes, en siglo VI AC, en la Inglaterra, del siglo XVII, nos encontramos con la declaración de derechos en su Constitución. Un siglo más tarde, en la revolución francesa, aparece la declaración de los derechos humanos y ciudadanos.

En París  y a mediado del siglo xix, en diciembre del 1948, nace la  Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas mediante la Resolución 217 A (III).
Aun con toda la retorica, histórica, respecto a los derechos humanos, y ciudadanos no podemos afirmar que hemos logrado modelar, erigir, e interiorizar un real proyecto de ciudadanía, entramado al sistema político de la República  al Estado ciudadano, y a la democracia partidaria desde una perspectiva holística.

Pobre (¡!) de la ciudadanía, puesto que la sociedad ha tenido que recurrir al entramado burocrático multilateral para imponer normas de ciudadanía, derechos.

La ciudadanía, hoy más que ayer, se reduce al plano electoral. Pues, si bien es cierto que ha adquirido notoriedad sistémica y teórica, no es menos cierto que en el plano operativo no hace al Estado, objeto,  subordinado, a la vez,  del estadio del bienestar y del propio ciudadano.

La República  el Estado, la democracia y la ciudadanía constituyen, por decirlo, una construcción cultural, no arraigada en nuestra base genética. En esta construcción social e institucional la educación esta llamada a  jugar un roll decisivo e impostergable.

Ahora bien, la realidad es otra y deprimente en tanto concierne a la ciudadanía, en el Estado democrático, por lo que en el presente histórico sugiere, superar, la ciudadanía, el estadio de la asistencia social y clientelar. En el estadio, del Estado, del bienestar no hay ciudadanía.

Ciudadanía, es obligar al Estado a rendir cuentas de sus actos, controlar la gestión de los funcionarios públicos a la vez lograr que la opinión del pueblo oriente del Estado su conducta. Sobre todo en un Estado ciudadano subordinado a este.

Pero tiene la sociedad, política, tan débil democracia que ha tenido que recurrir al entramado burocrático multilateral para imponer normas de ciudadanía, derechos. En el Estado débil la incapacidad para aplicar los derechos ciudadanos, y al igual que en el Estado fuerte para violarlos constituyen la norma.

Esta debilidad, por un lado, y la fortaleza del Estado propician la exclusión, negación, de los derechos en tanto golpean, de manera implacable, a la mayoría de la población.

Hoy más que ayer no hay correlación histórica entre el incremento de los derechos y el desplazamiento de la democracia. La escasa ciudadanía no ha sido un aporte del Poder, más bien ha sido una conquista de la clase obrera en el porvenir histórico.

El modelo democrático, vigente, nos ha dado una ciudadanía electoral pura y simple donde pulula la miseria y fenómeno creciente de la corrupción corroe la moral escasa, y el erario, ..dejando una estela de promesas incumplidas.

El fracaso del Estado del bienestar, europeo, del siglo xx, lo que ha provocado desempolvar el tema de la ciudadanía. Superar el estadio electoral ciudadano es el desafío del presente.

La ciudadanía ha de ser una construcción social y cultural, política y jurídica y económica, patrimonial y financiera. Para lograrlo dicho estadio se requiere trabajar el paradigma del Estado ciudadano rural urbano entramado a un modelo productivo y generador de riquezas, divisas, ingresos y empleos productivos a través de la empresa, la familia y el propio Estado.

Hay que superar la tarea ciudadana de elegir gobernantes.

La democracia es una construcción social y cultural, y por lo tanto requiere de alta dosis de ciudadanía, permanente. Nos hace falta, mas, ciudadanía y menos democracia.

Es deber del ciudadano, en el uso de las libertades y obligaciones inherentes a su condición, construir, modelar, y sostener la democracia ciudadana. Para ello es pertinente pasar al estadio de la Republica Ciudadana, el Estado ciudadano, la Constitución Ciudadana, el Referéndum Revocatorio Ciudadano, y a la Soberanía Ciudadana.

Sin una ciudadanía fuerte y activa peligran la democracia, la justicia, la nación, y el Estado.

Más que derechos, responsabilidades, deberes y principios el ciudadano necesita Ser, ciudadano, actor y rector de la vida pública y republicana. El Estado ciudadano en el contexto del Poder Ciudadano constituyen el paradigma nuevo, ciudadano.

Nos falta ciudadanía, sin embargo nos sobran los corruptos y sus cómplices.




Miguel Angel Severino Rodríguez

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