Si bien es cierto que el Estado es
la entidad que menos ha evolucionado desde su creación no es menos cierto que
ha quedado, hoy, peor embarazado por una carga burocrática innecesaria que lo
hace menos ágil, mas perezoso, más caro y más barato.
El Estado ha devenido en ser un
elefante blanco, devorador del erario y carente de valor agregado en términos institucionales.
En Estado dominicano bien es
merecedor de una reforma integral que abarque, entre otras no menos importantes,
las siguientes:
a) reforma filosófica
(visión, misión, propósitos)
b) reforma
estructural (funciones poderes)
c) reforma organizacional
a nivel institucional
d) reforma sistémica,
de proceso..
En esta ocasión hemos querido
referirnos a la reforma organizacional e institucional del Estado, y sobre todo
lo que tiene que ver con el cuerpo, su estructura, burocrática, del gobierno, y
sus organismos ministeriales en primer rango.
Veamos.
El proceso de generación de riqueza,
divisa, ingreso y empleo productivo queda entrampado en una maraña costosiana
que deja fuera de competencia a nuestro aparato productivo, puesto que la
excesiva carga burocrática, nómina improductiva, lo que hace incosteable el
Estado marcado por la ineficiencia, y un obsoleto y lento sistema de permisura,
eleva el costo de oportunidad en tanto relega del modelo la premisa de justo a
tiempo del funcionariado burocrático en sentido general.
Lograr un permiso, o sacar un titulo
para operar o legalizar cualquier operación o proceso, bien sea en materia de
la construcción, ya sea para obtener el título del terreno, el permiso para
construir un puerto marina, o para sacar una mercancía del muelle es una
odisea, a la vez que dura una eternidad.
La diversidad institucional
relacionadas con un tema o sector eleva el costo operativo del aparato del Estado,
duplica esfuerzo, dispersa en tanto hace compleja la burocracia y largo el
proceso de gestión, a veces innecesario.
La existencia innecesaria de
Ministerios, oficinas, multiplica el caos y renueva, a gran escala, la ineficiencia
burocrática, a la vez que multiplica tareas, y unidades operativas que enrarece,
multiplica y dificulta el sistema institucional. Crear una superestructura, innecesaria por demás,
empeora el trafico burocrático decisional.
Desde esta perspectiva los
ministerios de la mujer, de la juventud, medio ambiente, de minería, no son más
que plagas y garrapatas administrativas improductivas e innecesarias, que bien
reducidos a gerencias o departamentos los harían más eficientes, efectivos y económicos.
En otros casos la dispersión juega ajedrez, pues varias instituciones
entramadas tal es el caso del Instituto de Auxilios y Vivienda, el Instituto Nacional
de la Vivienda y la Oficina Supervisora de Obras del Estado deben ser
fusionadas en un solo organismo adscrito al Ministerio de Obras Públicas.
La reingeniería administrativa tiene
una deuda pendiente con el sector salud en tanto reducir los organismos
dispersos a gerencias o departamentos del Ministerio de Salud Públicas. Lo mismo
hay que hacer con el Ejercito Nacional y la Policía Nacional, dos entelequias burocráticas,
mas e, ineficientes.
Sugiero hacer del Ejercito Nacional
una policía rural y de la Policía Nacional una policía barrial, ambos casos,
sin rangos.
Cada vez tenemos un entramado burocrático
e institucional, más, enrarecido, súper numerario, ineficiente, costoso y
barato en términos de resultados.
El Estado / gobierno de la sociedad
del siglo xxi, hoy más que ayer, es más
costoso, disfuncional, ineficiente y barato en términos de resultados. Su entramado
dificulta ofrecer respuestas justo a tiempo, lo que encarece y dificulta la
vida operativa de la sociedad, la empresa, el agente, el mercado y del
ciudadano en sentido general.
Pero esto no es todo ni lo peor.
En el sector agropecuario tenemos la
peor retranca del modelo burocrático productivo. Nos referimos al Instituto
Agrario Dominicano, entidad rectora y central del programa nacional de la
reforma agraria, que ha repartido millones de tareas a supuestos campesinos, en
tanto tenemos cada vez mas campesinos sin tierras, tierras de la reforma
agraria y/o asentamientos campesinos abandonados e improductivos y más del 60%
de las tierras, perteneciente a la reforma agraria, en manos de terratenientes
o particulares.
El 90% de las tierras, destinadas a
la reforma agraria, tiene un destino distinto respecto a la producción agropecuaria
por decirlo de manera elegante. En cientos de antiguos asentamientos campesinos
las tierras, en manos de terratenientes, hoy está siendo rentada a escasos
campesinos para la producción de subsistencia.
En lo que concierne a la reforma
agraria y de manera particular al Instituto Agrario Dominicano tenemos a bien
sugerir su eliminación para dar paso al Instituto de Desarrollo Rural
Territorial en el contexto de la propuesta modelo de fincas, aldeas, eco turísticas
entramadas a mercado seguro y las cadenas de valor agregado, agropecuaria,
territorial.
En lo que concierne al sistema y/o a
la educación nacional, desde la básica, la media y la universitaria se hace más
que necesario convertirla en un bien público: hacerla gratis y obligatoria, por
lo menos hasta el nivel técnico vocacional.
La educación, si es que queremos
trascender deber ser gratis y universal, y sobre todo entramada a las cadenas
de valor del territorio.
La sociedad nos ha prestado una
pizca de talento que hoy reclama, a gritos, un pueblo digno de mejor suerte y destino.
Es una responsabilidad de los
intelectuales, profesionales y académicos la sociedad del siglo xxi modelar los
cambios necesarios con miras a convertir el Estado y el gobierno en sendos instrumentos
para el desarrollo a la vez que sistematizar un real proceso de generación de
riqueza, divisa, ingresos y empleos productivos al menos costo posible.
A menor costo, burocracia, mayor
rentabilidad..
Miguel Angel Severino Rodríguez
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