Una vez abordada y
conocida la noción, y acción, de inteligir, por supuesto, desde una perspectiva
cogitiva, lógica y lingüística respecto a la problemática, per se, y, de parte
del sujeto pensante, es viable, posible, cualificar y teorizar, y definir el término,
y la función inteligencia. Pero, qué es inteligir la problemática, la entropía,
el conflicto, el cáos, o la realidad compleja, y fractal?
Desde los clásicos, esta
tarea es y ha sido un tanto descuidada, y opaco el corpus teórico, doctrinal y
filosófico respecto a la misión que nos ocupa, objeto de estudio, en tanto definir,
por igual, el macro epistémico de la inteligencia. Pues, no ha estado claro, ni precisado, el
objeto de estudio de la función
inteligir que no es otra que la de aprehender, construir, erigir, el
conocimiento, saber, teórico, académico y filosófico entramado a una problemática
y a un fin ulterior en el ámbito de la ciencia, epistémica.
Partiendo del marco
conceptual como acción, verbo, función, tarea, proceso y modelo epistémico para
aprehender el objeto, problemática, inteligir, inteligente, y toda la estructura,
paradigma. La matriz teórica, de la inteligencia, nos obliga a repensar el
adjetivo, su misión, y tarea y usos en el marco de la ciencia, y la academia.
La inteligencia ha sido
tratada fuera de contexto. Los psicólogos la visualizan como una capacidad o
recipiente, psíquico. Por otro lado, los matemáticos la erigen como una
facultad, herramienta, abstracta para articular y responder y/o cuantificar
problemas o matrices de carácter lógicos. Para otros pensadores, clásicos, es
un instrumento que permite al intelectual abordar la problemática social y
reflexionar sobre ella en una coyuntura dada y especifica.
Un tercer grupo de
investigadores, pensadores, y cientistas, se refiere a la inteligencia como
aquella circunstancia, o conjunto de condiciones, cualidades, y aptitudes
complejas e innatas que operan en el sujeto de manera rentable y eficaz ante la
crisis o situaciones fractalarias y específicas.
Y, un último grupo le
asigna valor operativo. Es decir, la capacidad para articular, desarrollar y
cumplir tareas gerenciales, trabajos o rutinas. Estos, como se puede apreciar,
son quienes, por abulia cogitiva, han sesgado la función inteligir, característica
del hombre de ciencia, académico, filosófico, e intelectual, por antonomasia,
al reducirla a la mirada cotidiana del saber.
Un sector intermedio, arrinconado
en la abulia del siglo xx, ha hecho de inteligir una matriz de múltiples supuestos
aprestos e inteligencias. En ocasiones o siempre acuden a la categoría gramatical
del adjetivo, lo que en teoría migueliana se le reconoce como proceso de adjetivación
del saber. Sin embargo, olvidan o desconocen que adjetivar no es hacer ciencia
en modo alguno.
Teóricos, sin experticias,
se han dado a la tarea de descubrir, develar, la inteligencia a partir de la lingüística,
o más bien de la categoría gramatical del adjetivo. Desde perspectiva han derivado un sin números de
inteligencias que cual adjetivos, meras rutinas, procuran la notoriedad, y a hombres
de saber, y vaguedad simplista.
La inteligencia emocional,
la inteligencia artificial, la inteligencia múltiple. Estas, inteligencias,
entre otras, son tan solo miradas y eslabones
de un peregrinar que con denodado empeño han pretendido ocupar, sin lograrlo, el
estadio superior del pensar en la epistemología, y la ciencia, en las tertulias
académicas y en las rutinas filosóficas enhiestas de un marco teórico que va
creciendo adulto, cognitivo.
Pero, dado que en la
escuela filosófica, severiana, la ignorancia es una categoría epistémica, junto
a la tensión entre el saber teórico, la problemática y el investigador, asumimos
la tarea, operativa, de inteligir en una diversidad articulada, y comprensible,
en un esfuerzo, una intencionalidad, aspiración, legitima, pero eficaz, de
erigir una, la, praxis epistémica, marco teórico, del estadio superior del
sujeto pensante. Esta realidad mas que reducir, a, la inteligencia el crea
alas.
La inteligencia, ya sea
vista como el eslabón superior, cogitivo, del sujeto pensante o como la
capacidad o facultad de éste para aprehender la problemática, y el estadio de
la ignorancia, es una hipótesis, y todo un presupuesto filosófico inconcluso. Abordar
la inteligencia no es posible al margen de la incertidumbre, del caos, de la entropía,
del conflicto, y de la crisis que aborda la realidad desde su propia existencia
y su encuentro con el hombre, sujeto pensante.
La inteligencia en tanto
no es un producto adjetivo no puede ser, por igual, lineal, o un velero, extensión, oracional
varado en el puerto del párrafo y el océano lingüístico.
El abisal cognitivo nos desafía
y a la vez nos invita a navegar y a ir tras la profundidad teórica de la problemática,
desde y en la ignorancia, en el contexto de un proceso a inteligir y
permanente, riguroso e inacabado.
Volveremos..
Miguel Angel Severino Rodríguez
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