El
Estado es la última institución en despertar, y de evolucionar tardío. Desde su
concreción y construcción teórica, a partir de John Locke, y pasando por Rooseau,
mantiene idéntico su modelo y estructura funciones, poderes, en una regresión histórico
cultural y antropológica contraria a la naturaleza y a las leyes del devenir histórico
y a la dialéctica y genética de las teorías de las instituciones, y al proceso
de crecimiento y complejidad de la sociedad, del mercado, de los agentes
productivos y las organizaciones entramadas a las cadenas de valor agregado del
territorio, y en especial de la familia y de la propia ciencia.
Pero,
pareciendo padecer una sinopsis regresiva el Estado posguerra ha visto
envilecer y envejecer la jurisdicción, y el Poder Judicial, y la función legislativa.
Hoy, en el siglo xxi, la interdependencia y la autonomía funcional, gerencial, política,
institucional y operativa de los poderes del Estado es una partitura en re
menor. La jurisdicción ha sido relegada a un subsistema político, y la función legislativa,
el Congreso, ha devenido ser un sello gomígrafo del Ejecutivo.
La
teoría de las instituciones, en el marco de la ciencia de la administración (y
sus procesos etapas de comunicación, planificación, organización, dirección y
control), y la doctrina de la división del trabajo pautan la directriz que
norma y regula la dinámica del crecimiento, cambio, y la complejidad en el
contexto dialectico y la dinámica de las organizaciones en el devenir presente.
Esta perspectiva ha sido ignorada y hoy tenemos un estado, de, carencia del
Estado que lo erige en el obstáculo mayor
del estadio del desarrollo proscrito desde el envejecimiento inconcluso de la Revolución
Industrial al caer otoño del 1914.
En
pleno siglo xxi el Estado opera, de espalda al proceso de crecimiento, cambio y
complejidad experimentado por el mercado, la sociedad y el propio sector público,
con la misma estructura, envejecida, del modelo Estado moderno del siglo xvii.
Pero,
lo grave del caso es que el Estado, dominicano, aun carece de un Régimen
Territorial, de Jurisdicción constitucional, y de un Régimen de Ciudadanía. Contrario
y de espalda a la evolución de la sociedad, y a los objetivos que cumple el
Estado moderno, la teoría de las instituciones no ha superado la perspectiva
soberana del pueblo de cara a la matriz ciudadana, y en procura de configurar
el Estado Ciudadano, y de erigir, dar rango constitucional, al Poder Ciudadano,
al referéndum revocatorio ciudadano, y a las nuevas funciones tareas poderes
del Estado, Poder Contralor, Poder Municipal, y Poder Electoral, que requiere
el proceso de eficacia, eficiencia y economicidad administrativa.
El
modelo urbano del Estado, ministerial, jurisdiccional y legislativo y el
envejecimiento de los sistemas administrativos han permitido la vigencia de la
ineficacia al tal extremo que el recurso productivo, tierra, pertenezca a la jurisdicción,
inmobiliaria, y con ello exhibir el hecho cierto en que más del 90% de las
tierras urbanas carezca de título de propiedad. Algo igual sucede con las
tierras con vocación agrícola. Esta anomalía, jurisdiccional inmobiliaria, se
ha erigido en un traba de cara al mercado, al desarrollo inmobiliario, turístico,
agroindustrial y urbano en sentido general.
En
el ámbito sistémico, administrativo, el Estado posguerra carece de sendos
sistemas de cuentas y estadísticas nacionales. Esta problemática dificulta
medir y obtener el PIB a nivel regional, provincial y municipal, y con ello el
PIB nacional, entre otros indicadores necesarios para cualificar y cuantificar
el mercado, el modelo productivo y el estadio del desarrollo en sentido
general.
La
ausencia de los sistemas de cuentas y estadísticas nacionales impacta de manera
negativa en el estudio de la problemática que afecta al mercado, a los recursos
y a los agentes productivos, y de igual manera a las organizaciones gestoras de
las cadenas de valor agregado del territorio. Esta problemática unida a la
falta de un sistema de planificación prospectiva, de caracterización territorial
e interactiva, afecta por igual a los sistemas de inversión pública y de
presupuesto, territorial, respectivamente.
Territorializar
el modelo ministerial es un presupuesto teórico, organizacional y
administrativo pendiente de, y por, la gerencia moderna ausente en el Estado
posguerra. Esta problemática ha contribuido a estacionar más del 57% de la población
del país en las provincias periféricas y el Gran Santo Domingo (San Cristóbal,
Monte Plata, San Pedro de Macorís, Santo Domingo y el Distrito Nacional). Ellas
retienen en un alto % la inversión publica en desmedro del resto de las
provincias y de la población lejana al centro urbano del Estado.
Un
tercer problema, presente y derivado de la ausencia de los sistemas de cuentas
y estadísticas nacionales y de planificación prospectiva y el estudio de la problemática
territorial, es la ausencia del diseño de políticas públicas, de la agenda de
desarrollo territorial, del plan municipal de desarrollo, de los perfiles,
propuestas y proyectos de inversión publica y del anhelado presupuesto
territorial. Atacar con eficacia esta situación adversa ha de permitir al
Estado estacionar la población en el territorio de origen, descongestionar el
transporte y reducir el gasto operativo de las grandes y medianas urbes. La insalubridad,
la falta de agua potable, y el exceso de desechos sólidos y estercoleros
provienen de la alta concentración de la población en el casco urbano del
Estado.
Por
otro lado, la debilidad institucional del modelo urbano ministerial y del
Estado es harto evidente en un entramado de vicios a corregir una vez encarado
el tema de las reformas del Estado posguerra a partir de la compleja problemática,
enhiesta, que carga su envejecido patrimonio funcional, gerencial, operativo y
toda su estructura sistémica pendiente de renovar y adecuar a los cambios
experimentados en el devenir histórico por la sociedad en su conjunto.
Nos
quedan las tareas pendientes de repensar y modelar el Régimen Territorial, el Régimen
Ciudadano, el Régimen Jurisdiccional, el sistema de interdependencia de las
funciones, poderes, del Estado, y sobre todo un modelo funciones poderes acorde
al proceso de crecimiento y complejidad de la sociedad y los objetivos modernos
del Estado.
Ha
sido tarde la configuración de las carencias del Estado. Sin embargo, nos queda
tiempo para tan noble propósito y desafeo..
Miguel
Angel Severino Rodriguez
Contador
público
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