Sin irnos muy lejos en la historia,
pues debemos regresar a tiempo al presente, lo que hoy se conoce, de manera
impropia, como Republica Dominicana fue habitada por tainos desde el siglo vii
hasta la llegada de los europeos en el 1492, siglo xv.
La Isla, para la época del
descubrimiento, erra un territorio divido en cinco Cacicazgos, a saber, Marién,
Mguá, Maguana, Jaragua e Higüey. Estos eran gobernados por Guacanagarix, Guarionex,
Caonabo, Bohechío y Cayacoa respetivamente.
Caciques fueron, por igual, Tamayo, Ciguayo, Matayco, Incaqueca, y Maybona,
Hatuey, Guama, Higuamuco, Maybona y Cotubanamá.
De igual manera de los
tainos heredamos nombres, que permanecen en el imaginario de y en nuestra
cultura, por demás, tales como Barahona, Higuamo, Macorix, Neyba, Bahoruco,
Canoa, Bohío, Cemí, Bani, Bánica, Batey,
Bayaguana, Bojío, Bonao, Boya, Botío, Cabima, Cacique, Caney, Caoba, Caribe,
Carey, Dicayagua, Barbacoa, Ocoa, Quisqueya,
Samaná, Siboney, Yabacoa, Yamasá, y Conuco entre otros.
Como (¿?) pueden
venir los europeos a diezmar las razas, aborígenes, depredar el bosque, la madera
preciosa, saquear el oro, esclavizar a los hombres y mancillar a las vírgenes indígenas,
y en adición poblar y repartir las tierras, y nosotros, en honor a tanta barbarie, designar
pueblos y el Estado en honor a ellos.
El nombre de Santo Domingo, y de la
Republica Dominicana, conforme a lo confiesa la historia, tienen varios
supuestos, históricos, ajenos a nuestras raíces, cultura e historia.
Veamos
El término dominicano tiene su
origen en el latín, dominicus, que significa domingo. Por otro lado la isla,
conforme a los europeos, recibe el nombre e Santo Domingo de Guzmán, un pionero
de la orden de los predicadores dominicos.
En ese contexto se considera que el nombre de República
Dominicana representa un reconocimiento a la Orden Religiosa de los padres
Dominicos. Para ello se alega su contribución a la defensa de los derechos
humanos de los indígenas y al desarrollo de la educación y la Cultura Letrada
en el país, desde la llegada de los europeos.
Pero, si bien es cierto el hecho de que
los Dominicos contribuyeron a introducir desde las Primeras Letras hasta
la creación formal de la primera Universidad del continente en 1538, Universidad
Autónoma de Santo Domingo (UASD), no es menos cierto que los daños ocasionados
por los europeos a los tainos (a los recursos naturales, madera preciosa, al
saqueo del oro, a la esclavitud, la repartición de las tierras y haber
mancillado el honor de las mujeres tainas y diezmada la población autóctona) superan
con creces a sus aportes, y por los cuales se les ha pretendido honrar de
manera injusta.
La población pre europea, originaria, taina, tiene más
meritos y suficientes para reclamar su lugar cimero en la historia, y tatuar
con el orgullo aborigen. Él y los nombres de la Republica, la nación, el Estado,
las regiones, las provincias, los municipios, carreteras, calles, avenidas y
lugares y oficinas públicos les pertenecen, y más temprano que tarde el eco de
sus gritos ha de ganar la última batalla celebrada con el reducto europeo que
le niega el derecho a la honra y la posteridad enhiesta.
No hemos sido más que ingratos y negado a ellos tal condición
de héroes primarios y primogénitos en el devenir histórico. Hoy más que ayer se
hace más que necesario hacer un acto de justicia y honrar, a los tainos,
designando a las principales instituciones de nuestra nación con los nombres de
las figuras emblemáticas de tan noble y glorioso pasado que nos grita su presencia
olvidada.
No hay razón alguna para que nuestra nación no haya
designado en el Estado, la Republica, con el nombre de Higüey, Cotubanamá,
Hatuey, Macorix u otro nombre, que una vez escogido signifique, el, en nombre
de la raza taina el homenaje póstumo que nos reclama la historia y la dignidad
de los pueblos diezmados por una raza invasora, europea.
La ingratitud no nos puede separar de nuestra sagrada
historia y nobles héroes. Honrar honra.
No me siento ser dominicano ante tanta barbarie cometida
por los europeos en contra de un pasado glorioso.
El país tiene que cambiar, e iniciemos por Hato Mayor.
Miguel Angel Severino
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