El origen, desarrollo y evolución de la ciudadanía nos parece difuso, disperso y tardío. Sin embargo, su referente más lejano y concreto lo situamos en la época de Clístenes, a finales del siglo VI AC, en la antigua Atenas.
Al igual que todo fenómeno social la ciudadanía deviene de
la crisis entre la aristocracia y la timocracia (noción de lo que hoy es la
burguesía).
La noción primigenia de ciudadanía, de Clístenes, nos llega desde una
perspectiva electoral, tal como en la actualidad. Para aquellos días el
conflicto por el poder entre la tiranía, la oligarquía, la aristocracia y la
timocracia devino en la construcción de determinados derechos en favor de los
ciudadanos.
El principio de la isonomía o igualdad ante la
ley es el principal aporte de Clístenes a la democracia ciudadana. El
ciudadano desde esta perspectiva adquiere derechos, estatus y deberes, en tanto
consagra participación y una vida activa en la esfera del Poder en Atenas.
Con Clístenes surge en tanto adquiere rango institucional la
relación y los vínculos entre la democracia y la ciudadanía. Naturalmente nos
referimos a una ciudadanía restringida, y excluyente en términos de género,
pero ciudadanía al fin y militante, y representativa a nivel territorial.
La evolución de la ciudadanía nos ha llegado tarde, en tanto
ha sido tardía e imprecisa y distorsionante.
Luego de Clístenes, en siglo VI AC, en la Inglaterra, del
siglo XVII, nos encontramos con la declaración de derechos en su Constitución.
Un siglo más tarde, en la revolución francesa, aparece la declaración de los
derechos humanos y ciudadanos.
En París y a mediado del siglo xix, en diciembre
del 1948, nace la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada
por las Naciones Unidas mediante la Resolución 217 A (III).
Aun con toda la retorica, histórica, respecto a los derechos
humanos, y ciudadanos no podemos afirmar que hemos logrado modelar, erigir, e
interiorizar un real proyecto de ciudadanía, entramado al sistema político de
la República al Estado ciudadano, y a la democracia partidaria desde
una perspectiva holística.
Pobre (¡!) de la ciudadanía, puesto que la sociedad ha tenido
que recurrir al entramado burocrático multilateral para imponer normas de
ciudadanía, derechos.
La ciudadanía, hoy más que ayer, se reduce al plano
electoral. Pues, si bien es cierto que ha adquirido notoriedad sistémica y
teórica, no es menos cierto que en el plano operativo no hace al Estado,
objeto, subordinado, a la vez, del estadio del bienestar y del
propio ciudadano.
La República
el Estado, la democracia y la ciudadanía constituyen, por decirlo, una
construcción cultural, no arraigada en nuestra base genética. En esta
construcción social e institucional la educación esta llamada a jugar un
roll decisivo e impostergable.
Ahora
bien, la realidad es otra y deprimente en tanto concierne a la
ciudadanía, en el Estado democrático, por lo que en el presente histórico
sugiere, superar, la ciudadanía, el estadio de la asistencia social y
clientelar. En el estadio, del Estado, del bienestar no hay ciudadanía.
Ciudadanía, es obligar al Estado a rendir cuentas de sus
actos, controlar la gestión de los funcionarios públicos a la vez lograr que la
opinión del pueblo oriente del Estado su conducta. Sobre todo en un Estado
ciudadano subordinado a este.
Pero tiene la sociedad, política, tan débil democracia que ha
tenido que recurrir al entramado burocrático multilateral para imponer normas
de ciudadanía, derechos. En el Estado débil la incapacidad para aplicar los
derechos ciudadanos, y al igual que en el Estado fuerte para violarlos
constituyen la norma.
Esta debilidad, por un lado, y la fortaleza del Estado
propician la exclusión, negación, de los derechos en tanto golpean, de manera
implacable, a la mayoría de la población.
Hoy más que ayer no hay correlación histórica entre el
incremento de los derechos y el desplazamiento de la democracia. La escasa
ciudadanía no ha sido un aporte del Poder, más bien ha sido una conquista de la
clase obrera en el porvenir histórico.
El modelo democrático, vigente, nos ha dado una ciudadanía
electoral pura y simple donde pulula la miseria y fenómeno creciente de la
corrupción corroe la moral escasa, y el erario, ..dejando una estela de
promesas incumplidas.
El fracaso del Estado del bienestar, europeo, del siglo xx,
lo que ha provocado desempolvar el tema de la ciudadanía. Superar el estadio
electoral ciudadano es el desafío del presente.
La ciudadanía ha de ser una construcción social y cultural,
política y jurídica y económica, patrimonial y financiera. Para lograrlo dicho
estadio se requiere trabajar el paradigma del Estado ciudadano rural urbano
entramado a un modelo productivo y generador de riquezas, divisas, ingresos y
empleos productivos a través de la empresa, la familia y el propio Estado.
Hay que superar la tarea ciudadana de elegir gobernantes.
La democracia es una construcción social y cultural, y por lo
tanto requiere de alta dosis de ciudadanía, permanente. Nos hace falta, mas, ciudadanía y menos democracia.
Es deber del ciudadano, en el uso de las libertades y
obligaciones inherentes a su condición, construir, modelar, y sostener la
democracia ciudadana. Para ello es pertinente pasar al estadio de la Republica
Ciudadana, el Estado ciudadano, la Constitución Ciudadana, el Referéndum
Revocatorio Ciudadano, y a la Soberanía Ciudadana.
Sin una ciudadanía fuerte y activa peligran la
democracia, la justicia, la nación, y el Estado.
Más que derechos, responsabilidades, deberes y principios el
ciudadano necesita Ser, ciudadano, actor y rector de la vida pública y
republicana. El Estado ciudadano en el contexto del Poder Ciudadano constituyen
el paradigma nuevo, ciudadano.
Nos falta ciudadanía, sin embargo nos sobran los corruptos y
sus cómplices.
Miguel Angel Severino Rodríguez
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